Para mantenerse en pie, la agricultura cuenta con la presencia del Estado y gestiona un entorno empresarial que no es del todo natural y que de hecho le impide tomar otros caminos. Si queremos acabar con el glifosato y los pesticidas, debemos proteger a los agricultores y salvar el medio ambiente y la vida comunitaria.
Por Eugenio Fernández Vázquez / X: @eugeniofv
El gobierno mexicano levantó la prohibición del glifosato en el país, argumentando que no existe una alternativa adecuada a este producto. Son muchas las voces que lamentan la decisión, pero seguro que tendrá algunas consecuencias. Ninguna de las dos leyes del periodo de este año del problema -el de 2023 y el de 2020- ha tenido un impacto importante, y no van al meollo del problema, porque los pesticidas y los pesticidas son síntomas, pero la enfermedad es un negocio agrícola y no puede ser tratado con discreción: se trata con políticas públicas de largo plazo que han brillado por su ausencia en los últimos años.
El negocio es la producción de hortalizas (no sólo para alimentación, sino también para la producción de alimentos, fibras textiles, biocombustibles, resinas…) en respuesta a la demanda del mercado de ganar la mayor cantidad de dinero posible. Sus principales características están en las grandes superficies de terreno donde busca mantener el máximo de elementos naturales -y, por tanto, apoyarse más en la tecnología que en las mismas personas-, y homogeneizar al máximo todo lo que le rodea. desde el tipo y variedad que se proporcionen a las necesidades del cliente. Por eso los monocultivos son una parte importante y las personas que los utilizan son más banqueros que agricultores.
Uno de los problemas actuales que se derivan de ella, como han señalado miles de estudiosos, desde Vandana Shiva hasta Víctor Toledo, es la comprensión de la agricultura. La agricultura es sólo un negocio que asfixia todos los demás roles que desempeña en la sociedad, especialmente el social. sociales y culturales. Otra cosa es que la gestión de la naturaleza, la homogeneización de especies y variedades y el uso de recursos para obtener beneficios lo más rápido posible haya causado daños medioambientales.
Para ahorrar trabajo y algo de dinero (su valor real en comparación con otras desventajas aún está en duda), pero sobre todo para mantener un estricto control del medio ambiente, la agroindustria depende cada vez más del uso de pesticidas y herbicidas. eso contra ellos. Uno de los más utilizados es el glifosato, contra el que ha luchado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. No es, sin embargo, el único ni el peor, y el daño a la salud y al medio ambiente no es sólo de su uso, sino del modelo agrícola personal. Se ha observado cómo, por ejemplo, el declive de la mariposa monarca no responde al uso de glifosato en el Medio Oeste americano, sino al aumento de la actividad económica en la región.
Para mantenerse en pie, la agricultura cuenta con la presencia del Estado y controla el entorno económico que no es del todo natural y de hecho contra él -o, mejor dicho, contra los agroindustriales- por otros medios. Si quieren poner fin al glifosato y los pesticidas, proteger a los agricultores y salvar el medio ambiente y la vida comunitaria, sin mencionar a las personas mismas, eso es lo que harán, prohibiendo o no el glifosato.
Mientras en este país una empresa familiar enfrente la misma carga fiscal que una grande y deba pagar las mismas tarifas de transacción; siempre y cuando todo esté diseñado para que el mercado esté centralizado en los proveedores y no disperso en pequeños comercios y almacenes; Mientras las puertas de los reguladores y las leyes sigan abiertas para los grandes productores y no para los pequeños, la destrucción del glifosato y similares será la norma.
Asesor ambiental del Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.